No estoy “a favor del aborto”, pues eso da a entender, de manera simplista, que quiero promover que las mujeres aborten. Estoy ”a favor de la despenalización del aborto” y que sea cada mujer la que ”informada y libremente” decida si aborta o no. Que el Estado no trate a las mujeres como criminales por decidir abortar, y al contrario, que el Estado les brinde toda la información, apoyo y asistencia médica necesaria antes y después de tomar tan difícil decisión.
Hay mucha evidencia y estudios que muestran que las mujeres no dejan de abortar porque esté penalizado; lo siguen haciendo, pero ”las mujeres de bajos recursos mueren” pues las opciones clandestinas a las que acceden no brindan mínimas garantías a su salud.
En la pena de muerte, el daño que es materia de condena ya se produjo (la violacion, el hecho corrupto, el atentado terrorista). La pena de muerte no nos permite salvar una vida o proteger la salud mental de una víctima. Es una reacción posterior, con riesgos y objeciones importantes. En cambio, con la despenalización del aborto, aún existe un daño que puede ser evitado: ya sea el posible daño psicológico de llevar adelante un embarazo inviable o fruto de una violación, o el posible daño físico que puede causar un aborto clandestino, pues una mujer que decide abortar lo hace, lo quiera el Estado o no.
Reducir el debate a una supuesta inconsistencia moral ”invisibiliza aún más las difíciles situaciones por las que atraviesan las mujeres en nuestra sociedad”, la cual les niega la posibilidad de decidir sobre su propio cuerpo y salud, haciéndolas doblemente víctimas. Quienes estamos a favor de la despenalización del aborto no estamos defendiendo la imposición de un castigo capital, como sí ocurre con quienes defienden la pena de muerte. Estamos ”respetando una decisión personal” y buscando que se brinde toda la asistencia necesaria a quien opta por ella, acciones esperables en cualquier sociedad justa.