Ya es 14 de febrero, donde regularmente se habla del amor de pareja, del amor de madre, del amor y la amistad ¿pero cuanto nos cuestionamos sobre otro tipo de amor? El amor a nuestra tierra, a nuestra naturaleza?
Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, nuestra amiga y madre, volviendo como un tiempo escuchando en silencio la voz de la tierra, que como una vibración nos atraviesa el alma. Volviendo al equilibrio armónico, redescubriendo nuestras raíces divinas. Tenemos que sentirnos parte de la naturaleza, respirando y sintiéndonos uno con ella. Abrazando los árboles, hablando en el mar, escuchando la luz de las estrellas, haciéndonos cruzar por el viento. Reclamamos y daremos así voz a nuestra capacidad de intuición y percepción de las cosas. Porque es sólo volver al equilibrio natural que podemos curar las relaciones entre criaturas vivas, entre hombres y mujeres. La semilla de la conciencia está en todas partes en el aire, si sabemos respirarlo y nutrirnos. Si sabremos renacer, recuperando conciencia de nuestro ser divinos, parte de un todo que es divino.