Una señal de los tiempos. Justo en la semana en que llegó a su fin el estado de excepción y el toque de queda terminó tras 560 días –en eso sin duda lideramos todos los ranking pandémicos, al menos en Occidente- los viejos problemas volvieron a resurgir. El mundo se está moviendo. La migración se tomó la agenda y las imágenes del norte recordaron las de otras latitudes. Como si de la frontera del sur de Estados Unidos se tratara, el límite norte se llenó de filas de migrantes cruzando la frontera en la oscuridad de la noche de la mano de coyotes, mientras las explosiones xenófobas en Iquique dieron vuelta al mundo. Son los costos del desarrollo dirán algunos, de los beneficios de gozar de un mayor nivel de vida. A todos les llega su momento en estos tiempos de explosivos flujos migratorios.
Pero todo ello abrió varias interrogantes. ¿Cómo responder a la crisis? ¿Qué nos revela lo sucedido no solo en el norte sino en toda América? y ¿quéresponsabilidad tienen las autoridades? Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute de Estados Unidos y autor de Vanishing Frontier entrega hoy algunas claves (ver entrevista), pero durante la semana varios columnistas abordaron el tema desde distintos ángulos y apuntando a varios frentes –cada uno identifica a sus propios culpables. Para Paula Walker, “si no hubiera sucedido el ataque de un grupo de chilenos a personas venezolanas en Iquique (…) el gobierno no habría reaccionado”. Según ella, La Moneda ha actuado con “indolencia” y eso, dice, “es el peor de los males, porque acelera la crisis”.
Y en la lista de responsables, Pablo Ortúzar apunta a otro, al origen, como si de esa película de Christopher Nolan se tratara. “Quienes intentan ingresar desesperadamente a nuestro país provienen de un lugar específico: Venezuela”, dice. Y va más allá. Si Venezuela es el origen, las causas son “el secuestro y destrucción del país por la dictadura chavista” y una muestra de “cómo la inflación es un factor clave en la destrucción del orden democrático”. Por eso, para Ortúzar, lo sucedido con la migración en Iquique muestra las contradicciones de sectores que “han defendido” al régimen venezolano, que miraron para otro lado frente a la violencia del 18-O, y que hoy apoyan el cuarto retiro con el riesgo de terminar “esclavizando” a la población a la inflación.
Pero cuando hablamos de migración muchos otros elementos entran en juego. Eso al menos nos recuerda Yanira Zuñiga, citando el libro de la filósofa española Adela Cortina. “El extranjero que genera animadversión”, recuerda, “no es cualquiera, ‘es el pobre, el que molesta, el sin recursos, el que parece que no puede aportar nada positivo al PIB del país’”, escribe. En definitiva, el problema no es el rechazo al extranjero, sino “al migrante pobre”. Y “para contrarrestar los efectoscorrosivos de la ‘aporofobia’ en la convivenciademocrática, no basta”, dice, “con aprobar leyesde migración”. Hay en cambio, “que mejorar nuestra comprensión sobre las causas” que llevan a ello y las condiciones estructurales que las fomentan. La pregunta clave es ¿cómo?
Y volviendo a la crisis migratoria del norte, es interesante revisar el podecast Crónica estéreo, la crisis de la inmigración ilegal y la violencia en el norte, donde el abogado Rodrigo Sandoval, ex jefe nacional de extranjería y migración entre 2014 y 2017 intenta responder a la pregunta si era posible evitar lo que está sucediendo. “Yo estuve en 2018 en Colombia (…) y muchas de las cosas que estamos observando hoy ya las estábamos viendo en Colombia y, por lo tanto, era absolutamente predecible que se iban a ir desplazando geográficamente en la medida que la irradiación del movimiento de personas se fuera extendiendo en el territorio. Si hay algo que sabíamos era que iban a llegar los venezolanos cada vez en mayor intensidad”, asegura.