Hace más de 15 años, Álvaro Vargas Llosa publicóen The Washington Post un artículo que tituló “La mejor columna”. Era –valga la redundancia- una columna que intentaba explicar lo que define una “buena columna”, y seleccionar algunos ejemplos. Su elección era clara. Para él, la mejor columna la había escrito el periodista británico Bernard Levin en el diario The Times casi 30 años antes. ¿Por qué? Porque en el texto publicado en 1977, Levin anticipaba con asombrosa precisión que en 1989, “sin disparos en las calles” ni “barricadas”, los regímenes comunistas colapsarían. Y su predicción no se explicaba por capacidadessobrenaturales ni rasgos proféticos, sino porquecomo apuntaba Vargas Llosa, supo leer entrelíneas la realidad del sistema soviético. Al final, el buen columnista goza de una sensibilidadespecial para interpretar la realidad y darlesentido.
Y por estos días no son pocos los que intentanhacer lo mismo. En tiempos inciertos es lo que los lectores demandan. Herramientas para armar la realidad futura. Y a la luz de lo que adelantan, hay más pesimismo que optimismo entre los “Bernard Levin” de nuestros tiempos. Pablo Ortúzar, por ejemplo, dice estar preparándose “para el invierno” –así tituló su columna del domingo-, porque según él, y como consecuencia del cambioclimático, “todos los males que hoy nos aquejanvan a tender a empeorar; y, en Chile, siempre hay que añadir terremotos, tsunamis y erupcionesvolcánicas”. Frente a eso, aconseja “lograr una unidad de propósito como país”, porque si no “nos volveremos un Estado fallido, gobernado por una larga sucesión de demagogos autoritarios y explotado sin misericordia por alguna de las potencias mundiales que se van consolidando”.
Suena, lo de Ortúzar, más a una película de Mad Max que a lo que uno esperaría del futuro. Perono es el único pesimista. Para Oscar Contardo, por ejemplo, vivimos un cambio de época que podría explicarse “como un desencuentro entreperspectivas, escalas y proporiciones”. Porqueestán los que como Elon Musk “se encumbran lo suficientemente alto como para perder de vista los límites”, y peor aún, “librarse de cualquierresponsabilidad” y los que, como los votantes de la reciente elección francesa, se van a los extremos, “compartiendo el mismo descontento”, “la misma reacción desmesurada”, que parece ser “la única herramienta a mano para no sentirseinsignificantes en una realidad que deja fuera de escala y de escena a una gran mayoría”. Al final, como titula su columna, es “la vida en los polos”. No son los tiempos de la “moderación”.
Y si de Elon Musk y la elección francesa se trata, otros como Josefina Araos y Daniel Matamalatambién los eligieron como tópicos para analizarla realidad. Para el segundo, el caso del creador de Tesla, da cuenta de un mundo donde el “podereconómico inevitablemente concentra también el poder político y moldea la discusión pública”, y donde “las big tech ya son fuerzas más poderosasque cualquier institución democrática”. Mientrasque para la invesigadora del IES, el caso de los comicios franceses revela un problema másglobal, porque el apoyo que allí recibió Le Pen es solo “la punta del iceberg” de una “sociedadolvidada que a nadie le interesa mirar”. El respirode alivio ante su derrota, termina perpetuando “la fractura” y “dando forma a nuevas variantes de una irritación que (…) no deja de crecer”.